Llegando a la cima: 1. siendo un cuervo
Hola me llamo Leo Aizawa, pronto iré al Karasuno y demostraré que mi pasión no tiene parangón.
Me levanté con muchas ganas de correr, lo primero que hice fue irme a la ducha, luego desayuné; en el comedor estaba mi hermano pequeño y mi madre que ya se iba a trabajar.
–Buenas a todos -Me senté en mi sitio y di las gracias por la comida –Tengo muchas ganas de empezar la preparatoria y de jugar al vóley
– ¿Vas a ir a correr? -Asentí –Ponte el conjunto deportivo largo, que te conozco, te pondrás el corto y luego te quejarás si coges frío.
Mi hermano Rem se empezó a reír, no le di importancia a su risa y me dispuse a ponerme la ropa deportiva para salir a correr.
Me subí a mi habitación, me quité mi pijama naranja, lo puse debajo de la almohada y terminé de hacer la cama.
Me acomode la ropa deportiva larga, pues hacía un poco de fresco y si es cierto que me quejo un poco cuando cojo frío.
Mi ropa estaba compuesta de una camiseta térmica azul, una camiseta naranja que en la espalda tenía el número diez, mis leggin negros y mis deportivas negras con mis cordones rojos.
Baje lo más rápido que pude, cogí mi cazadora roja, me despedí de mi hermano y mi madre y me fui a correr en mi último día de vacaciones.
Inicié corriendo hacía un parque que estaba un poco lejos de mi casa, desde que tengo uso de razón me ha gustado mucho jugar al vóley, ¿el porqué?, pues mi padre jugaba a ese deporte.
Mi padre era el mejor colocador de su equipo, el Little Giants, siempre lo íbamos a ver y desde aquellos días me gustó el deporte.
Pero un accidente dejó a mi padre en coma, cuando yo me enteré de eso solo tenía nueve años. No quería separarme de él, pensaba que se iba a morir cuando yo me alejara y cuando pasó dejé de jugar al vóley por un mes.
Mi padre murió, pues nunca pudo despertar del coma, en su funeral todo el equipo me dio el pésame y me contaron cosas que mi padre le contó sobre mi pasión por el vóley y ese día lo decidí, ¡Padre te honraré jugando al vóley!
Y así lo hice, sigo su pasión aunque él no esté junto a nosotros, siempre nos velará en el cielo con una gran sonrisa.
Con el recuerdo de mi padre en mi mente no me había dado cuenta que me había chocado con alguien.
– ¡Lo siento! No te había visto -me quedé mirando a la persona que tenía delante – ¿Por casualidad, eres Shoyo?
–Ese soy yo, perdóname estaba distraído en mis pensamientos -se disculpó rascándose la cabeza – ¿Nos hemos visto en algún lado?
–No, pero te conozco del partido contra el senjo, por cierto, ¡Gran partido!
– ¿Lo viste? Qué vergüenza pasé cuando me dio el balonazo de Oikawa
Me fije que tenía una pelota de vóley, pensé que iba a entrenar e hice el ademán de seguir hacía delante.
– ¿Quieres venir al entrenamiento? Pues supongo que te gusta el vóley como a mí.
– ¡Enserio! ¡Claro que voy! -Me puse colorado pues nunca pensé que esto pasaría –Voy a ir al Karasuno mañana.
–Vaya, que casualidad -Empezó a correr – ¡El último paga la merienda!
Después de la carrera tan grande que nos habíamos dado, llegamos al gimnasio del Karasuno. Ya había gente en su interior.
–Hinata, ¿por qué llegas tan tarde?
–Lo siento capitán, me he entretenido por el camino
Me quedé mirando al capitán, se llama Daichi Sawamura y era de tercer curso. Me quedé helado sin saber que hacer o decir.
– ¿Hola? ¿Cómo te llamas? Llamando al planeta tierra.
– ¡Qué!, hola soy Leo Aizawa y mañana comenzaré en esta preparatoria y en este club -lo dije todo seguido y sin respirar –Mucho gusto de conocerte
–Hinata, ¿es tu perro? -se sonrió de forma cínica –Esta vez te pararé
Me quedé mirando cómo entrenaban; Hinata rematando las colocaciones de un chico de pelo azul marino oscuro, el cínico que me había llamado perro fallando el bloqueo y los demás dando lo mejor de ellos mismos.
– ¿Te gusta lo que ves?
– ¡Si, me gusta! -me di cuenta que mis palabras parecían gritadas y me dio vergüenza –Lo siento.
–No pasa nada, no nos comemos a los de primero.
Dijo el entrenador, me quedé muy rallado y simplemente me senté en una banca que estaba muy cerca de ellos.
Estaba imaginándome cómo sería entrenar con ellos, cuando el entrenador habló.
– ¡Reuníos! –se sobo la cabeza y prosiguió –Estoy pensando que como Leo va a presentar su solicitud al club mañana, ¿no os parece hacer un entrenamiento junto con Aizawa?
Me quedé extrañado, no sabía cómo reaccionar, vi como el entrenador decía números de 1 a 2 para realizar los equipos.
A mí me tocó el número 1 por lo tanto tuve que coger el peto rojo.
Rojo Azul
Daichi Sawamura Koshi Sugawara
Asahi Azumane Yu Nishinoya
Ryunosuke Tanaka Chikara Ennoshita
Leo Aizawa Hiashi Kinoshita
Tobio Kageyama Shoyo Hinata
Kei Tsukishima Tadashi Yamaguchi
Miré a Daichi, él estaba colocando a nuestro equipo, me di cuenta que el rubio cínico estaba en nuestro equipo y encima me había tocado a mi lado.
Empezó el equipo azul, sacaba un chico con pelo verde y pecas; hizo un saque flotante.
–Mía, vamos Leo
Subí el balón para que el colocador la colocara, entonces vi como había una gran conexión en el equipo.
– ¡Tanaka! –E colocador grito ese nombre pero se la colocó a otro chico con el pelo recogido y este marcó –Buena Asahi
Vi al que se hacía llamar Tanaka, no estaba frustrado, es como si supiera las intenciones de su colocador.
Cambiamos de rotación ya que habíamos marcado, yo estaba en la esquina superior derecha y por lo tanto el rubio cínico le tocaba sacar.
–Buen saque, Tsukki
–Buen saque –se puso en posición para recibir –Kageyama
No sé qué me pasó, solo por intuición me moví rápidamente hacía la izquierda.
– ¡Leo es para ti!
Salté para rematar, cuando la pelota se fue afuera. Me frustraba que no supiera controlar la fuerza con la que remataba, intenté darme ánimos mentalmente para seguir
–No pasa nada, seguro que lo mejorarás con el tiempo y la ayuda necesaria –Daichi tenía razón no tenía motivos para desanimarme tan pronto –Vamos el partido aún no está perdido.
Me volví a mi posición menos frustrado y con ganas de volverlo a intentar.
Pasaron las horas y el partido se había terminado. Perdimos pero pude ver al Karasuno en acción y me propuse mejorar en lo que pudiera.
–Antes de marcharnos, ¿por qué no os presentais?
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